Las habilidades emocionales han sido estudiadas durante décadas, pero su interés ha crecido enormemente en los últimos años. Las empresas no son ajenas a estas tendencias ya que está comprobado que el crecimiento del bienestar emocional significa una optimización del desempeño general de los empleados y de la propia empresa en su conjunto.
Conocimiento y conciencia de uno mismo y de las propias emociones, elementos clave de la inteligencia emocional. Aquellos que tienen claridad sobre sus sentimientos y emociones, toman decisiones más acertadas y generan cursos de acción con mayor responsabilidad y certeza. Aprender a fluir en las emociones conduciéndolas y no dejándose conducir por ellas, permite mayor serenidad y lucidez, canalizando así la irritación, el enojo y la ansiedad. Permite asimismo mayor tolerancia a la frustración, ampliando los canales de motivación.
Generación de vínculos positivos entre las personas y equipos, desarrollando la empatía para comprender la motivación del otro, en función de optimizar simultáneamente la calidad anímica de las interacciones y el desempeño en la tarea propiamente dicha. Esto habilita una comunicación asertiva, un mejor manejo de conflictos interpersonales y entre las áreas y una mejor respuesta ante los requerimientos del mundo externo respecto a sustentabilidad y responsabilidad social que los tiempos actuales exigen.
Toma de decisiones responsables: Desde el pensamiento crítico y el análisis de consecuencias, la comprensión política de la organización, la autogestión y motivación de logro, el trabajo en equipo, el liderazgo y la promoción del cambio.